lunes, 15 de febrero de 2010

Acerca de la autoría de "El Ollantay"

La autoría del Ollantay es un tema que aún no se ha esclarecido. Hay quienes piensan que el texto es anónimo. Esta teoría ha sido defendida por los grandes peruanistas de la historia. Se basan en que el texto no está firmado por nadie; además, todos los que dicen que el texto es anónimo defienden la teoría de que fue escrito antes de la llegada de Francisco Pizarro, en 1528.

En el siglo XVIII, el Ollantay le dio una idea de nacionalidad al pueblo peruano, ya que el quechuista inglés Clement Markham declaró, en 1871, el origen incaico del texto. Sin embargo, en la actualidad las declaraciones de Markham son tomadas con una frivolidad para su época, ya que, como estudioso de los incas, quería demostrar el resplandor de esa cultura.

José Pérez Cid, en su libro Teatro indio precolombino, propone que el Ollantay es un texto eminentemente indígena que sufrió contaminación española durante la época colonial. Presenta argumentos que dan un panorama general de la historia del texto. Sin embargo, al profundizar en el punto de vista de otros autores, como Raúl Porras Barrenechea, la propuesta de Cid queda descartada. En Cid se nota una intención de querer preservar la idea de que el texto, aunque sea un híbrido, es predominantemente inca. Porras Barrenechea, en cambio, defiende que “el revelador y el plasmador de la leyenda de Ollantay, fue el clérigo Antonio Valdez”[1]

El padre Antonio Valdez nació en la provincia de Urubamba, a pocas lenguas de Ollantaytambo, lugar en el que Ollantay asienta su fuerte. Su infancia transcurrió en el Valle Sagrado del Vilcanota, donde circularía la leyenda ollantina de rebelión de los Antis. En el seminario de San Antonio descolló como lingüista y filósofo. Dedicado al sacerdocio fue cura ecónomo en Maras y asistente del cura de Ollantaytambo, luego fue cura de indios en Acha, Coasa, Crucero, Tinta y Sicuani, desplegando su bondad y su desinterés en el auxilio de los indios, levantando iglesias, tallando imágenes de los santos predilectos para las iglesias de Tinta y Cambopata y renunciando a cobrar los derechos parroquiales a los indios pobres. Murió, probablemente, en 1816 en su casa de la cuesta del Almirante en el Cuzco, con su dintel de piedra incaico, al lado del antiguo palacio de Viracocha, transformado en Catedral.

Cuando murió el padre Valdez, su sobrino, Narciso Cuentas, encontró un manuscrito en quechua del Ollantay entre unos papeles y creyó que su tío era el autor del mismo. Este manuscrito es el más antiguo del que se tiene conocimiento.

La primera noticia sobre el drama la da el periódico El Museo Erudito de Cuzco en 1857. Su redactor principal, el escritor don José Manuel Palacios y Valdez, era amigo del cura Antonio Valdez.

“Palacios reconoce a Valdez como autor del drama que habría recogido de la tradición oral india, pero le censura haber cambiado el desenlace trágico de castigo y exterminio, reemplazándolo por un final de bodas y perdones”.[2]

El padre Valdez era un cura que luchaba por el respeto hacia los indios, se sabe que apoyaba la rebelión de José Gabriel Condorcanqui, más conocido como Tupac Amaru, y que en una ocasión escondió a Diego Cristóbal Tupac Amaru en la iglesia. Este dato es muy importante para verificar que, por lo menos, Valdez pudo tergiversar el texto original cuando se incluye la propuesta de Ojo-De-Piedra de poner a los líderes rebeldes “ligados a cuatro estacas y pisoteados por los suyos”, este castigo tiene reminiscencias de la muerte de Tupac Amaru, el líder rebelde del siglo XVIII. En el texto, el rey les perdona la vida a los rebeldes y los restituye en sus puestos, talvez el padre Valdez, ya muerto Tupac Amaru, pretende dar a las autoridades españolas el mensaje de que perdonar es una forma de alcanzar la justicia y, además,  atormentarlos por la muerte que le dieron al rebelde. Se hace necesario recordar la muerte de otro líder de la rebelión indígena, en este caso en Chile, el héroe araucano Caupolicán, quien muere empalado y asaeteado, castigo que era el propuesto por Ojo-De-Piedra para Ollantay. La muerte de Caupolicán es narrada en La Araucana.

Barrenechea, Cid y otros peruanistas dicen que definitivamente el padre Valdez, aunque fue un gran poeta, no fue el creador del drama del Ollantay, él no hizo más que transcribir una vieja leyenda inca que recorría los alrededores de Urubamba.


[1] Entrevista en internet
[2] Entrevista en internet

3 comentarios:

Sebastián Murúa dijo...

Me recuerdo cuando leímos el Ollantay, fue algo difícil de entender pero me gusto mucho. Felicidades por el Blog.

Jessie Álvarez dijo...

Está bueno, Sebas. Es una historia de amor, guerra, celos y perdón... en fin, tiene de todo. ¡Qué bueno que le haya gustado! Los estudiantes de 5to. del Montessori van a hacer videos de esta historia, ahí le cuento cómo quedan.
Hasta pronto, y, porfa, menos peleas, jaja

Anónimo dijo...

el padre valdez no hay porq atribuirle de autor porq es solo fue quien encontro por decirlo asi en manuscrito de la obra por eso es q a el no se le debe atribuir de autor porq asta ahora no se sabe quien en realiadad lko escribio esta linda obra